Pero al final vuestra mirada es un fraude, al final siempre os enchochais del pirata de turno, os da igual el puerto del que proceda, os dejáis morder por su boca de cloaca y clavar su arpón a sabiendas de la sangre que ya ha corrido en el, convertís vuestro trocito de océano en vuestra esquina particular. ¿De que sirve ser el honrado marinero si al final le bailáis el agua al cabrón parche en el ojo?
El mar ya no es como contaban Hemingway y Neruda, estoy cansado de respetar la mar y vuestros encantos, me pondré el parche y la pata de palo, el loro al hombro y fardaré de mi navío.
A pescar, como cebo, lo que queréis oír, lo justo para que mordáis el anzuelo, al fin y al cabo, todas sois sirenas...
