......
Ya no saboreabamos la compañía del otro como antes, desvaríos del destino quizás, fuimos dejando heridas que nunca terminaron de cicatrizar, errores en realidad perdonables pero que se fueron convirtiendo en traiciones, abrieron una zanja y con el tiempo un abismo entre los dos. Todavía me culpo a mi mismo de no ceder en mi orgullo, de derramar las lágrimas en secreto, de no dejar lo pasado por pasado, y me costó un otoño, el tuyo, y aquella hoja que nunca terminó de caer.
